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DOCUMENTO 4725 OFICIO DE PEDRO BRICEÑO MÉNDEZ PARA EL MI­NISTRO DE ESTADO Y HACIENDA, FECHADO EN ROSARIO EL 22 DE JULIO DE 1820, EN EL CUAL DE ORDEN DE BOLÍVAR LE COMUNICA LAS PREVENCIONES DEL LIBERTADOR CON RES­PECTO AL ARMISTICIO, Y ADEMAS OTRAS NOTICIAS.*

Al señor Ministro de Estado y Hacienda.

Se ha recibido y está instruido S.E. el Libertador de todo lo que US. le dice en sus seis oficios de 5, 6, 7, 8 y 9 del próximo pasado junio, y me manda contestar a US.:

1° Que S.E. aprueba la respuesta dada por US. a la nota oficial del Encargado de Negocios del Gobierno de Chile cerca de S. M. B. y las comunicaciones que por conducto de él hizo US. a aquel Gobierno. Ya antes había dado S.E. igual paso con las dos Repúblicas del Sur, informándoles las novedades ocurridas en España y últi­mamente las proposiciones de Morillo y contestación de S.E. al General La Torre. La adjunta copia instruirá a US. de lo que se dijo en aquella ocasión.

2° Que S.E. ha sentido que se frustrase la tentativa de S.E. el Vicepresidente para introducir la discordia o por lo menos la defección en el ejército español. Dos causas han contribuido a este mal resultado. La primera, es el comisionado elegido para la mi­sión. Si Arana no lo hubiese conocido antes, se habría prestado tal vez a las conferencias: conociéndolo, no era posible que esperase nada útil ni laudable. La segunda consiste en la improbabilidad de que Oficiales antiguos, inveterados en la obediencia y en la obser­vancia del honor militar, deserten de sus banderas a obrar contra las órdenes de su Gobierno y de sus Jefes. Un armisticio general, lejos de traer por el momento algún bien, sería gravemente perju­dicial y ruinoso porque paralizaría nuestras operaciones brillantes y ventajas en todos aspectos y direcciones, porque reanimaría la abatida moral del enemigo y haciéndole concebir esperanzas que debe haber perdido de que nos sometamos o sigamos su política, y dándole tiempo a que, tranquilizada la España, pueda sacar de entre sus ruinas tesoros y recursos desconocidos, que sólo la revolu­ción puede descubrir y poner en acción y que ningún cálculo hu­mano puede presentir siquiera; porque extendido, como está, tan inmensamente nuestro teatro y campo de operaciones, nos expon­dríamos a un desconcierto total; porque nuestros gastos continua­rían inútilmente para conservar nuestra presente actitud militar y aun crecerían tal vez en la necesidad de hacerla más importante para sostener nuestro carácter y hacernos más respetables; porque es de temor que una pacificación momentánea haga enfriar el espí­ritu fuerte e impulso general que han dado la revolución y la gue­rra a la opinión pública, espíritu que es necesario fomentar de todos modos hasta que obtengamos el objeto único de tantos y tan cos­tosos sacrificios; porque en contraposición de todos estos temores no se nos ofrece ninguna ventaja sólida, pues no solamente es improbable la defección del ejército enemigo durante el armisticio, sino que es más seguro el que viendo nuestra firmeza, la unifor­midad de nuestra conducta y nuestra invariable resolución de morir o ser libres, perderá el Gobierno español toda esperanza de seducción, y las tropas y habitantes del país formarán una alta opinión de nuestras fuerzas y superioridad al vernos despreciar toda oferta o proposición que no sea la de nuestro reconocimiento; y últi­mamente, porque debemos desconfiar y temerlo todo de la suspica­cia y ambición de la España y de nuestra inocencia, moderación e inexperiencia. Todas estas consideraciones tuvo presentes S.E. el Libertador cuando en su comunicación de 7 del corriente previno a S.E. el Vicepresidente que no debía aceptarse el armisticio sino para el ejército estacionado aquí, y que no debían cesar las hostilidades por esa parte hasta que expresamente no ordene S.E. la suspensión de ellas. Esta misma prevención repite ahora S.E., y US. se la hará saber a S.E. el Vicepresidente, recordándole y reiterándole en todas sus partes la comunicación del 7 del corriente de que he hablado, par­ticularmente en la parte que trata de haberse reservado S.E. toda conferencia y transacción con los Enviados españoles, cualquiera que sea la autoridad de que emanen sus misiones. No desistirá S.E. de encarecer el cumplimiento de esta orden, cuya inejecución nos sujetaría a inconsecuencias y contradicciones ridiculas, monstruo­sas y sobremanera perjudiciales. S.E. confía en que US. tomará un interés en representar y exigir de S.E. el Vicepresidente el más exacto cumplimiento de estas disposiciones.

3° Que S.E. aprueba el que continúe abonándose en efectivo a los escribientes empleados en las oficinas de los Ministerios, las gratificaciones alimenticias que se les pasan desde 12 hasta 18 pesos; pero no como gratificaciones, sino como parte de los sueldos que se les han señalado.

4° Que las desagradables etiquetas suscitadas entre la Diputación permanente y US., debe cortarlas S.E. el Vicepresidente por los medios suaves y prudentes que exigen el decoro y respeto debido a los Representantes del Congreso General y a la dignidad del Gobierno.

5° Que S.E. aprueba y confirma la protesta que US. presentó ante la Diputación permanente en 8 de junio último relativamente a los plenos poderes y facultades ilimitadas cometidas por el Congreso General a S.E. el señor Zea para misión de que S.E. le encargó cerca de algunas Cortes extranjeras. Todas las razones que US. expuso son justas y de la más grande exactitud.

Lo comunico todo a US., para su inteligencia y gobierno de orden de S.E.

Dios, etc.

Rosario, julio 22 de 1820.

PEDRO BRICEÑO MÉNDEZ

* De un impreso moderno. O’Leary, "Memorias"; tomo XVII, páes. 328-30.

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