Trujillo, 7 de marzo de 1821.
A S.E. el general F. de P. Santander.
Lleve Vd. cuenta con el almacén de cosas que voy a meter en esta carta. El Obispo de Mérida está aquí con nosotros y marcha mañana para Cúcuta a tratar con el congreso sobre el estado actual de la Iglesia. Como él es bueno, virtuoso y activo, puede hacernos mucho bien Una diputación de esa catedral, que lo convide a Bogotá, será muy conveniente para que haga una visita apostólica. El piensa escribir al Papa y esto será muy útil con una legación de nuestra parte.
He visto lo que Vd. me dice del Magdalena, y del Sur. Vd. dé las órdenes e instrucciones que le parezcan más conveniente, como mejor le parezca. Sucre debe siempre mandar una expedición marítima por la parte que más convenga, y Torres mandar el cuerpo del general Valdés. Mires puede servir donde quiera con utilidad.
Mucho siento las enfermedades de esos jefes del Magdalena y la no venida del general Clemente; de todos modos, Vd. no dé licencia a ninguno que se vaya a curar a Bogotá. Si Briceño o Manrique quedaron por allá pueden ser empleados. Córdoba sirve siempre bien.
Vd. tome sus medidas en Cundinamarca y Quito para que el 27 de mayo se rompan las hostilidades y en la inteligencia de que si hubiere paz, o nuevo armisticio, allá iré volando.
Es muy cómodo el modo de gobernar de Montilla: pide todo, y no manda nada; así todos son muy amables jefes. Dice que no puede mandar un recluta, yo le he mandado orden para que vengan los Rifles a Maracaibo, ya que no tiene con qué mantenerlos.
Si se toman los fusiles de Norte América mándelos Vd. internar para que se le formen 200 o 300 veteranos en cada provincia.
He mandado llevar a Maracaibo 1.500 fusiles para lo que pueda ocurrir, y levantar un ejército por aquella parte, que será el ejército de Occidente a las órdenes del general Urdaneta, que ya marchó para aquella ciudad.
Fernando VII quiso escaparse de España a fin del año pasado y fue sorprendido por el general Ballesteros, que, a nombre del pueblo, lo llevó a Madrid, del Escorial, donde estaba urdiendo el proyecto, y le han quitado toda su familia real y todo su séquito, habiéndole nombrado otros individuos en su lugar, que son de la confianza del pueblo. Esto es cierto y hágalo Vd. publicar en la Gaceta.
Ibarra y otros muchos han venido de Caracas: todos convienen que ya no hay godos y todos se levantarán en el momento de las hostilidades, y aun antes algunos pueblos.
Los enemigos no se mueven, según noticias, y creo que el suceso de Maracaibo más bien los ha afligido, que irritado. No hablan de amenazas y ya Vd. habrá visto por mi nota a La Torre que tenemos derecho para proteger a todos los colombianos que abracen nuestra causa. Así lo iremos haciendo sucesivamente con todos los que quieran seguir aquel ejemplo, con la esperanza de lograr a la sombra de la paz de las victorias de la guerra; y si mi diplomacia les pareciere mal, el remedio les parecerá peor, pues yo estoy desesperado por las miserias que sufren nuestras tropas en un país absolulamente aniquilado, y sólo abundante de fiebres. Vd. instruya a nuestros jefes del derecho que tenemos a proteger los que abracen nuestra causa, a fin de que no pierdan alguna ocasión oportuna, y espontánea, como la de Maracaibo.
Envío esas proclamas para que se impriman, se manden doscientos ejemplares de cada una, reteniendo Vd. ciento para el Sur, y otras tantas para el Magdalena, a fin de que las mande a principios de mayo con la fecha del cuartel general que yo tenga a mediados de abril.
Dentro de dos días parto para Barinas a ver si encuentro modo de hacer subsistir allí las tropas, porque esto está destruido. Agradézcame Vd. el que no le hable nada de dinero porque considero sus apuros, y porque entre tanto espero los cincuenta mil pesos que le he pedido.
Adiós, mi querido general: lo ama de corazón.
BOLÍVAR
P.D. — ¿Será cierta la noticia de Lima? ¿No será falsa la de Guayaquil?
* Archivo de Santander. Tomo II, pp. 248-250.