Bogotá, Octubre de 1828.
al Ilmo. Señor Ramón Ignacio Méndez, Arzobispo de Caracas.
He mandado, que se invite a los ilustrísimos arzobispos y obispos de Colombia para que hablen a su clero y diocesanos con motivo del criminal suceso de la noche del 25…;pero quiero dirigirme a Vd. con particularidad para que, con mayor instancia, exhorte Vd. a los ministros a que no cesen en la predicación de la moral cristiana y de la necesidad del espíritu de paz y de concordia para continuar en la vía del orden y de la perfección social. Del desvío de los sanos principios ha provenido el espíritu de vértigo que agita al país; y cuando se enseña y se profesan las máximas del crimen, es preciso que se haga también oír la voz de los pastores que inculque la de respeto, de la obediencia y la virtud. ¿Cómo nos preservaremos de la anarquía y de las desgracias de la guerra intestina, si no se calman los espíritus y no se desvanecen los proyectos de la ambición? Hay muchos empeñados en tramar conspiraciones y en destruir la patria; es preciso que haya muchos más dispuestos a sostener al gobierno y salvar el orden, desvirtuando el poder de las tramas y maquinaciones parricidas.
Me tiene Vd. salvo y bueno, librado como por milagro del puñal asesino, y consagrando a la patria los días que la Providencia ha querido conservarme.
BOLÍVAR.