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DOCUMENTO 1644. DEL ORIGINAL, O. C. B. CARTA DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR A P. BRICEÑO MÉNDEZ, FECHADA EN BUCARAMANGA EL 13 DE ABRIL DE 1828, INFORMANDO SOBRE EL ESTADO DE DISCORDIA QUE RODEA A MAGDALENA Y A LA GRAN CONVENCIÓN, CUYO CUERPO TAN ENCONTRADO EN OPINIONES, ASEVERA QUE SOLO RETARDARA LA CAÍDA FINAL

Bucaramanga, 13 de abril de 1828.

Al. SEÑOR GENERAL P. BRICEÑO MÉNDEZ.

Mi querido Briceño:

Recibí la apreciable carta de Vd. de 5 de abril en que me anuncia su llegada, y las ocurrencias con el doctor Peña. Es bien raro que juzguen de la conducta de Peña altos criminales de estado y ladrones insignes han arrumado los fondos de la república, para condenarlo como una victima de sus Pasiones: lo que más me ha indignado, que también los cómplices del gran delito de Venezuela sean sus condenadores: Iribarren, Echezuna y demás que obligaron a Páez a cambiar la forma de gobierno y cometer un verdadero crimen de estado, pues su desobediencia era la menor falta. Escribo, como Vd. verá, sobre este asunto a la gran convención y sobre los veintiséis que aprobaron la conducta ¿le Padilla. Consulten Vds. si conviene o no presentar estos mensaje a la gran convención, pero de todos modos es indispensable hacer todo esfuerzo para que entre el señor Peña, y para desengañar a los comprendidos en la causa de las reformas que mi indulto no se ha anulado, sin que está firme y subsistente. Esta es una consideración de la mayor importancia y que no debemos desatender de ninguna manera, pues de otro modo se volverá a suscitar la cuestión que ya hemos resuelto Sobre este temor debe Vd. forzar sus argumentos. Vd. sabe que e general Páez entrará en dudas sobre su juicio suspendido y terminado ya por mi decreto. Esos demonios nos quieren perder por todos lo? medios posibles. Siento mucho que Revenga sea la causa inocente de esta desgracia; porque van a pensar que lo ha hecho por dejar a Peña en el aire.

No ha llegado Wilson y lo estoy esperando para saber la instalación de la convención, su presidente y las verdaderas opiniones. Luego que llegue podré extenderme más sobre lo que pienso hacer. Mientras tanto quedaré aquí por muchas razones y, entre otras, para atender al Magdalena que no estará tranquilo mientras que Padilla ande errante amenazando su seguridad. Mucho se han descuidado y mucho se han interesado por esto individuo los que debieran interesarse en su aprehensión: asombra el desprecio con que se ha mirado asunto tan importante. Yo veo esto como el principio del fin, según ¡a expresión de Madama de Stael, que me parece muy aplicable a nuestra funesta situación, que cada día se complica y empeora de mil maneras. Aseguro a Vd. que cada día me desespero más y más de la salud de la patria y estoy tan resuelto a abandonarla, inmediatamente que la gran convención decida de su suerte, que sólo por un milagro espero no hacerlo, digo milagro, porque tal considero el acierto de la gran convención en la elección y composición del gobierno. Yo estoy bien cierto que un cuerpo tan encontrado en opiniones no hará más que luchar y cuando más transarse, dejando la mitad del mal para que se haga la mitad del bien, de lo que no puede resultar sino un retardo de la caída final. Es decir, una existencia de dos, tres o cuatro años para sucumbir con mayores desastres. Crea Vd., Briceño, que nada se hará de bueno, nada, nada. La exorbitancia de las pretensiones de la oposición enerva el celo de mis amigos y ahoga sus mejores ideas: ellos se muestran imparciales, mientras los otros están furibundos. Nuestro grande atleta es si mejor de los hombres, y así nunca pensará en el mal que nos quieren hacer; y lo que hace su excelencia es su mayor defecto. Vea Vd. a mis amigos Mosqueras que conducta tan fría observan. Pensarán sin duda que es causa mía la que se les ha cometido. ¡Qué insensatez: para qué necesitaré yo de Colombia!! ¡Hasta sus ruinas han de aumentar mi gloria! Serán los colombianos los que pasarán a la posteridad cubiertos de ignominia, pero no yo. Ninguna pasión me ciega en esta parte, y si para algo sirviera la pasión en juicios de esta naturaleza, seria para dar testimonios irrefragables de pureza y desprendimiento. Mi único amor siempre ha sido el de la patria; mi única ambición, su libertad. Los que me atribuyen otra cosa, no me conocen ni me han conocido nunca. Es tanto lo que me atormenta la vil suposición de que tengo miras personales, que estoy resuelto y aun desesperado por irme para probarles lo contrario, y aun haría más si fuera necesario. Quizás, quizás si alguna vez me voy, y de mi vuelta depende la vida de Colombia, la dejo perecer por no mandar y aun la condenaría a la nada para que se viera que nada quería, tanto es lo que se ha herido mi orgullo en la parte más delicada. En fin, pronto lo veremos. Por O’Leary, el señor Castillo y Peña sabrá Vd. lo demás que escribo.

Soy de Vd. de corazón.

BOLÍVAR.

El original tiene fecha 15 por error. Escrita antes de la llegada de Wilson y despachada con el oficial Paz no puede ser sino del 13. Briceño Méndez la contenta suponiéndola del 15. O’Leary, VIII, 243.

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