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DOCUMENTO 972. DEL ORIGINAL. O.C.B. CARTA DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR AL GENERAL FRANCISCO DE PAULA SANTANDER, FECHADA EN POTOSÍ EL 21 DE OCTUBRE DE 1825, RESPONDIENDO CARTAS DE ABRIL A JULIO SOBRE ASUNTOS DE COLOMBIA Y EL PROCESO INDEPENDENDISTA.

Potosí, 21 de octubre de 1825.

A S. E. EL GENERAL F. DE P. SANTANDER.

Mi querido general:

Voy a contestar a Vd. sus cartas desde el 6 de abril hasta el 6 de julio, que, a la verdad, será bien difícil poder hacerlo. No hubo nada de asesinato con respecto a mí en Lima, y así no debe Vd. tener cuidado por mí en estas regiones. A lo que Vd. me dice del decreto del congreso sobre mis sueldos, a esto he respondido que no necesito por ahora de nada. No he visto aún el tratado de comercio y navegación con la Gran Bretaña, que, según Vd. dice, es bueno; pero yo temo mucho que no lo sea tanto, porque los ingleses son terribles para estas cosas. Sobre la administración de Vd. diré lo que de oficio en Arequipa, que Vd. ha aclimatado las leyes en América; y que ha burlado los axiomas de la política. No mande Vd. publicar mis cartas, ni vivo ni muerto, porque ellas están escritas con mucha libertad y con mucho desorden. Tengo idea del "Viaje" del señor Mollien, que hace a Vd. justicia sin restricción, y a los demás les da más o menos duro. Me alegraré de ver este "Viaje". Me alegro mucho de la tranquilidad de Venezuela, aunque algunos me escriben de allá con temores. También me alegro de que se separen las intendencias de las comandancias de armas. Me pregunta Vd. del general Mires, y diré, de paso, que siempre ha sido muy bueno; pero que en el día no sirve de nada, porque se le han cerrado los sentidos, que antes tenía abiertos. En el Cauca deben mandar los Mosqueras, porque son los mejores hombres del mundo. Voy a contestarle la carta del 6 de mayo en que me dice Vd. que los ministros no son de opinión de que yo venga al Alto Perú. Ya he venido, y creo que con justicia y razón. Este territorio pertenece al Perú ahora, y cuando sea independiente, me iré para el Perú, y de allí a Colombia, o donde Dios quiera, que yo no sé lo que haré mañana. Todo lo que Vd. me dice sobre Alto Perú y Río de la Plata me parece excelente. Estos negocios van saliendo muy bien. La República Boliviana será reconocida por sus vecinos de Sur y Norte; porque les hemos quitado un manantial de anarquía, disputas y disensiones: nos están muy agradecidos. Ayer mismo, los enviados de Buenos Aires, en su recepción y comida, aplaudieron en sus brindis a la República Boliviana con un entusiasmo superior a toda exageración. Nosotros hemos manejado este negocio, o más bien no lo hemos manejado, de tal modo, que todos están agradecidos a nuestra justicia y a nuestra imparcialidad. Por lo mismo, nos han tomado de patrones, de mediadores, de amigos. ¿Cómo podré contestar la inmensa carta de Vd. del 6 de mayo? ella está escrita en tres pliegos de papel y en letra griega con una tinta que mancha y obscurece todo. He sentido mucho que hayan llegado tan tarde los enviados del Perú, y más aun que sus credenciales sean para el congreso. En esto no me he metido, como en todo lo que puedo dejar de meterme. Yo di a Vd. las gracias como debía y ésta era toda mi obligación, que llené con el celo e interés que me es natural. Doy a Vd. las gracias por sus bondades en elogio de mi mensaje que, a la verdad, no lo merece de una boca que conoce los deberes y las reglas de este género de escritos. Yo sabía que no debía ser brillante; pero tengo mi elocuencia aparte, y no quiero sujetarme a políticos, ni a reyes ni a presidentes. Por esta misma culpa, nunca me he atrevido a decir a Vd. lo que pensaba de sus mensajes, que yo conozco muy bien que son perfectos, pero que no me gustan porque se parecen a los del presidente de los regatones americanos. Aborrezco a esa canalla de tal modo, que no quisiera que se dijera que un colombiano hacia nada como ellos. Esta es, mi querido amigo, la causa de mi silencio; por lo demás, nadie ve con más interés que yo la exposición de la marcha y el resultado de la presidencia de Vd. Celebro mucho de la aprobación de Vd. sobre mi controversia con el congreso por el millón de pesos y todavía me gusta más todo lo que Vd. me dice enseguida sobre la naturaleza de nuestras relaciones cor-diales, y la extensión de su amistad para conmigo, de la que cada día quedo más agradecido. Mucho sentí que el congreso peruano no hubiese expresado a Vd. su gratitud, mas esta falta ha venido de que los congresos no piensan sino en congresos, y que piensan que el ejecutivo hace su deber con los demás. La presidencia y vicepresidencia de Colombia ocupan a nuestros ciudadanos y me ocupan también a mí: no por mí, sino por Colombia y por Vd., que merecen toda mi atención. Yo deseo francamente recibir los sufragios de mis conciudadanos, pero más deseo aún salir de la presidencia para quedar libre de hacer lo que me convenga, sin tener que dar cuenta a nadie, pero a condición de que sea Vd. el presidente y no Montilla, ni aún el mismo Briceño. Tampoco deseo que lo sea Sucre, que después de Vd. es el primero de los hombres, aunque todavía no tiene conocimientos de administración, ni de negocios diplomáticos. Vd. debe dar consistencia a Colombia y Sucre fundar a Bolivia. Yo estoy cansado de mandos, aunque nunca lo he estado menos que ahora, porque la lisonja me está colmando con sus favores, y estoy viendo nacer los frutos de las plantas que hemos sembrado. Pero, amigo, acuérdese Vd. que del año 13 al 26 van catorce años inclusives, y el Libertador de la América del Norte no estuvo tantos, y, por lo mismo, yo tampoco debo estar más, para que no digan que soy más ambicioso que él. Doy a Vd. las gracias por lo que ha hecho con Ibarra. El general Clemente es preferible en todo al general Mariño, para cualquier destino, como ya dije a Vd. en la carta anterior. Antes que se me olvide, creo que Revenga debe ser ministro de hacienda, y así se lo digo al mismo. Si no se le da este ministerio deseo que venga a reunirse conmigo, para que arregle las rentas de Bolivia, que la estoy queriendo mucho. Doy a Vd. las gracias por lo que me dice de Anacleto. Ruego a Vd. lo haga salir para Caracas a todo trance. Yo sé muy bien cual es su conducta, y estoy resuelto a quitarle todo, si no se porta como un caballero. Desde luego, no le daré ni un maravedí, y lo abandonaré enteramente a su suerte. Todo lo que Vd. me dice sobre los franceses es muy exacto y todo lo sabía yo de antemano. Sobre esto he hablado a Vd. varias veces lo que me parece: algunas veces mis esperanzas, y otras mis temores. Yo considero a la Francia y al continente con respecto a la Inglaterra, como a Colombia con respecto a Santo Domingo. Examine Vd. esta comparación y la encontrará muy exacta. Jamás podríamos los continentes hacer la guerra a aquellas islas a causa de sus opiniones, y del poder moral que tienen sobre sus oponentes. Siga Vd. la alusión y la hallará convincente. En definitivo diré a Vd.: tenemos 20.000 hombres en el Sur de tropas como las francesas, que marcharían inmediatamente al Norte, a cualquier parte que las pidiesen: ellas decidirían la cuestión. Lo que Vd. dice del gobierno inglés me parece bien, pero yo pienso mejor de aquel gobierno. Cada día que pasa lo considero más en estado de decidirse a todo. El no estaba preparado para nada, en tanto que cada día se prepara más y más a tomar su posición natural en el mundo: dominarlo. Ya he dicho a Vd. que el Brasil va a ser protegido de la "Inglaterra, para poner en dependencia al Portugal. Por lo mismo, todo se arreglará pacíficamente en el Brasil, por medio del señor Stewart, embajador inglés, últimamente llegado allí. Esta causa misma es la que me ha decidido a dar ayer esa terrible respuesta a los plenipotenciarios del Río de la Plata. El Brasil nos ha insultado, y no ha querido todavía darnos reparación alguna; por tanto he creído político quejarme amargamente de su conducta, porque si nosotros nos dejamos insultar hasta de los débiles, no seremos respetados de nadie, y no mereceremos ser naciones. Yo no he comprometido en nada a Colombia, ni la compro-meteré jamás en la menor cosa. Yo no mando ahora sino pueblos peruanos, y no represento un grano de arena de Colombia. Si los brasileros nos buscan más pleitos, me batiré como boliviano, nombre que me pertenece antes de nacer. El congreso del Istmo debería estar reunido meses ha. Parece que allá irán los de Buenos Aires y de Chile. Los argentinos quieren restringir las facultades del congreso, y yo creo que se deben ampliar hasta lo infinito, y darle un vigor y una autoridad verdaderamente soberana. Lo que Vd. me dice de la guerra que se nos prepara positivamente, ardua y universal, me parece muy justo, y muy sensato, aunque estoy muy lejos de creer en esta tremenda frase de la carta de Vd. Yo no debo ir a Europa ciertamente hasta que no sea reconocida toda la América por todo el continente. Los ingleses ofrecen su mediación para nuestro reconocimiento, y esto es muy viejo, por lo mismo, raya. He visto con placer lo que Vd. me dice sobre el agente de París: muy útil será. No creo que los americanos deban entrar en el congreso del Istmo: este paso nos costaría pesadumbres con los Albinos, aunque toda la administración americana nos sea favorable, como no lo dudo por su buena composición. Todo lo que Vd. me dice de las buenas disposiciones del emperador del Brasil hacia Colombia, no es muy creíble. El Emperador era íntimo amigo de estos godos del Perú, y tiene tal terror a los republicanos, como nosotros a los ciudadanos de Etiopía. La mujer de Mr. Bonpland es muy amiga mía, y está de aya de los hijos del Emperador,y a pesar de que habla de mi en términos muy favorables con la familia real, jamás esta familia se ha expresado bien con respecto a mí. Vd. concluye esta carta del 6 de mayo con ideas que me son muy agradables; porque me detalla los negocios diplomáticos de Colombia, que deseo conocer con la mayor ansia. Con dolor he visto esas miserias de Petare, Baruta y San Lorenzo, porque manifiestan poca vigilancia de los jefes del país. Empezaremos la respuesta de la carta del 6 de junio. He visto las comunicaciones del gobierno español con el gobierno inglés sobre el reconocimiento de la América, y también he visto lo que Vd. me dice sobre esta materia. Hay dos cosas muy notables en ella: primero, España asegura que no tratará jamás con nosotros; segundo, los embajadores europeos han protestado que no alternarán con nuestros agentes. Todo esto es muy fuerte y muy terminante; y después sale el ministro francés ofreciendo su mediación. Luego, o no se entienden esos señores entre sí, o se entienden muy bien para hacernos valer su mediación y, por supuesto, hacerla pagar. Este negocio parece complicado, grave y digno de mucha consideración. Vd. me habla del sacrificio de mi popularidad por no ver llegar aquí a los aliados. Yo responderé siempre a esto que haré cuanto pueda por la América y después, aunque toda ella perezca, despreciaré todas las ofertas del Universo por mi gloria. Habláremos del mensaje de Vd. último: me ha parecido el mejor de todos, porque contiene bellas cosas y bellas ideas. Si Vd. se desagradó por la Ciudad Bolívar ¿qué hará Vd. ahora con la Nación Bolívar? Este sí que es golpe a la gratitud colombiana. Supongo que Vd. en el gozo de su indignación habrá envidiado la bondad de estos señores y habrá deseado servirles para que se mostrasen, como lo han hecho con nosotros, superiores a los servicios. Sobre la toma de Chiloé, diré que estoy resuelto a mandar el año que viene una expedición si los chilenos no lo toman antes. El bloqueo de La Habana me parece magnífico; si fuere preciso Iremos allá, más prefiero la paz por las razones de marras. Doy a Vd. las gracias por el navío "Bolívar" y por el aumento de nuestras fuerzas marítimas: este es el más bello empleo del sacrificio de los empréstitos, después de proteger la agricultura. Ya he dicho a Vd. que mientras no se liquide la cuenta de Colombia con el Perú, no se puede pedir pagamentos, y Vd. convendrá que esto es muy justo y muy decoroso. Es asombroso lo que Vd. me dice de los pagamentos que se han hecho en Colombia, y de lo que todavía debemos. Aborrezco más las deudas que a los españoles. No sé como pagaremos los réditos anuales: esta dificultad me hará huir de Colombia. Vd. me dice que ha arrendado las minas y he visto por los papeles públicos que se han dado tierras para colonias, y vendido parcialmente todos los beneficios de que podía disponer el estado. Yo he vendido aquí las minas por dos millones y medio de pesos, y aun creo sacar mucho más de otros arbitrios, y he indicado al gobierno del Perú que venda en Inglaterra todas sus minas, todas sus tierras y propiedades y todos los demás arbitrios del gobierno, por su deuda nacional, que no baja de veinte millones. Mérida le pagará a Vd. los servicios que le ha hecho, y lo mismo hará el canalla de Escalona, que ha empleado a aquel monstruo. Todos mis enemigos le pagarán a Vd. como Montilla. Mucho siento las calumnias que publican contra Toro, que es el mejor hombre del mundo, al cual recomiendo a Vd. infinitamente. Aquí empiezo la respuesta de la carta del 21 de mayo. Los pastusos deben ser aniquilados, y sus mujeres e hijos trasportados a otra parte, dando aquel país a una colonia militar. De otro modo, Colombia se acordará de los pastusos cuando haya el menor alboroto o embarazo, aun cuando sea de aquí a cien años, porque jamás se olvidarán de nuestros estragos, aunque demasiado merecidos. Me alegro que se haya ido la escuadrilla francesa, y que los papeles de Caracas guarden un instante de silencio en el clamor de sus injurias. Las cosas de Venezuela no se compondrán jamás radicalmente hasta que no vayan allí 4 ó 5.000 hombres vencedores en Ayacucho y tengan un jefe digno de mandarlos, y no dos canallas como Mérida y Escalona. Empiezo la carta del 21 de junio: Vd. me dice que Castillo tiene una pereza invencible para trabajar. Yo lo creo demasiado, y creo mucho más. Creo también que los negocios de Colombia en hacienda van muy mal. Guayaquil hizo milagros y el Perú los está haciendo, a pesar de que este país ha sido el más corrompido de la América. Todo esto es debido a la honradez de algunos empleados y al rigor de mis medidas. Yo más quiero que se quejen de este rigor, que de lo que se dice de Colombia por el desorden de los negocios de hacienda. Vd. me perdonará esta franqueza que me parece debo a Vd., porque quizá otro no lo dirá con la buena fe que yo. Revenga debe servir al ministerio de hacienda, y además, se deben despedazar en los papeles públicos a los ladrones del estado, y tomar otras mil medidas que puedan adoptarse. Vd. me pregunta qué pienso del estado político del mundo. Es preciso escribir mucho o no decir nada para responder. Todo nos tendrá cuenta, si los ingleses toman nuestra parte: si la paz, es bien al comercio y a la agricultura; y si guerra, ganaremos en consistencia y solidez; mas me inclino a creer que la guerra no empezará antes de tres o cuatro años, a menos que un mal ángel la precipite. Es indudable que el mensaje de Vd. último es muy bueno, y que debía ser aplaudido en Europa, y que la respuesta dada a Haití ha sido muy política, aunque el secretario la compuso muy mal, en mi opinión. Es una necedad meternos a jacobinos, y mucho menos a criticar a los reyes, a menos que sea con respeto y con justicia, cuando ellos nos ofenden. He visto la correspondencia de España con Inglaterra sobre nuestro reconocimiento. La consecuencia de ésta se conocerá en la mediación francesa que pretende sacar fruto de las negativas de España. Me alegro mucho que vayan Gual y Briceño al Istmo, porque son papeles muy importantes. Siento mucho los disgustos de Páez con los liberales; sin embargo, deseo que Páez mande en Venezuela, y que Briceño lo dirija como su amigo, y como hombre de toda capacidad. Contesto la carta de 6 de julio: Es muy importante lo que Vd. me dice sobre Francia, Inglaterra y los Estados Unidos, sobre aumento de fuerzas de mar y tierra: no sé que pensar de tan alarmantes preparativos. También son alarmantes las necedades de los cuervos contra los extranjeros. Esto quiere decir que si nos descuidamos los cuervos nos comerán y si no vea Vd. lo del Dr. Pérez. Pero Vd. tiene la culpa, porque no los ha sabido tratar por las majaderías de masones, y por los ataques a sus principios por parte de algunos de los amigos de Vd. mismo. Conmigo siempre están bien, porque los lisonjeo, y los sujeto en los límites que me parecen justos. Maldito sean los masones y los tales filósofos charlatanes. Estos han de reunir los dos bellos partidos de cuervos blancos, con cuervos negros: al primero por quererlo humillar, y al segundo por quererlo ensalzar. Por los filósofos, masones y cuervos, no he de ir a Colombia. Por acá no hay nada de esto, y los que haya serán tratados como es justo.

Soy de Vd. de corazón.

Bolívar.

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