Guayaquil, 20 de agosto de 1829.
AL SEÑOR DOCTOR JOSÉ MARÍA DEL CASTILLO RADA.
Mí querido Amigo:
Acabo de tener la apreciable de Vd. fechada en 15 de julio. Yo estoy aún bastante débil de mi pasado mal, y no podré hablar con toda la extensión que merece la de Vd.
Siendo mucho lo que Vd me dice con respecto al poco miramiento que se tiene con el Consejo, lo que no sé a que poder atribuir, porque creo haber hecho todo lo que ha dependido de mí para hacerlo respetar y no habiéndole yo faltado nunca. Al contrario, he procurado desde por acá hacer que los súbditos y los miembros se mantengan unidos con el gobierno, pero todo esto seguramente nace de la diferencia de opiniones y del fastidio con que ven mis enemigos las autoridades que me son fieles y me ayudan y si no es esto, el consejo solamente podría explicarlo. Yo he indicado a Vd siempre que se maneje con mucha energía para que se haga respetar, pues con esta conducta no se deja uno despreciar de ninguna manera.
Celebro que las elecciones vayan saliendo tan buenas por todas partes, para que este Congreso sirva de algún consuelo a esta desgraciada patria.
El Coronel Demarquet llegó el 17 del corriente de su Comisión a Lima. Me ha traído comunicaciones muy lisonjeras del General La Fuente y varios amigos de aquella ciudad. Parece que todo aquello está muy convertido a nuestro favor y enteramente dispuesto a la Paz. Por no haberse reunido el Congreso, por falta de tres o cuatro miembros, no han venido los negociadores con Demarquet; pero no dilatarán, teniendo por casi seguro que vendrá el Señor Larrea, nuestro constante amigo en aquel país. Por los detalles que aquél envía particularmente al General Urdaneta y al Señor Vergara, del stado militar y político del Perú, se impondrá Vd. más extensamente de todo lo que reste por decirle con respecto a esto. Yo me hallo bastante restablecido, pero no enteramente repuesto de mis fuerzas, porque fue muy grande la tormenta que descargó sobre mí la que me ha dejado tan acobardado que pienso verificar mi regreso a esa capital por San Buenaventura, así para ahorrar camino, como para evitar el insalubre tránsito por el Patío.
Tenga la bondad de ponerme a los pies de su Señora, y quedo de Vd. su amigo de corazón.
BOLÍVAR.
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Guayaquil, 20 de agosto de 1829.
Al Señor Castillo. Recibo de su carta del 15 de julio. Que siente mucho lo que dice con respecto al poco miramiento que se tiene con el consejo pero que no sabe a qué atribuirlo habiendo hecho todo lo que ha dependido de S. E. para hacerlo respetar y no habiéndole faltado nunca, por el contrario procurado desde aquí hacer que los súbditos y los miembros se mantengan unidos con el gobierno. Todo esto nace de la diferencia de opiniones y del fastidio con que ven mis enemigos las autoridades que me son fieles y me ayudan; y si no es esto, sólo el consejo puede explicarlo. Yo he indicado a Vd. siempre que se maneje con mucha energía para que se haga respetar y con esta conducta no se deja uno despreciar de ninguna manera. —Me alegro que las elecciones vayan saliendo bien para que sirva el Congreso de algún consuelo para la patria.
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