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DOCUMENTO 1204. DEL ORIGINAL O.C.B. CARTA DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR AL GENERAL ANDRÉS DE SANTA CRUZ. FECHADA EN PERÚ, 26 DE OCTUBRE DE 1826, LE INFORMA SOBRE DIVERSOS ASUNTOS RELACIONADOS CON COLOMBIA Y PERÚ.

POPAYAN, 26 DE OCTUBRE DE 1826

A S. E. EL GENERAL DON ANDRÉS DE SANTA CRUZ.

Mi querido general:

He tenido el gusto de recibir las cartas de Vd. que me ha traído el coronel Ibarra. Cuanto contienen estas cartas es lisonjero para mí, Porque veo que ese pueblo me honra con exceso aun después de mi ausencia. Todas las demostraciones son casi unánimes en mi favor; y, por lo mismo, propias para hacerme concebir las más alegres esperanzas de armonía y fraternidad. Pero diré a Vd. francamente que el juicio de Guise me ha dado la medida del verdadero espíritu que se oculta en el fondo de las intenciones; para mí este rasgo es muy notable y muy decisivo para que me atreva a instar más a Vd. sobre la represión de los enemigos de Colombia y de mi persona. No hay remedio amigo: esos señores quieren mandar en jefe y salir del estado de dependencia en que se hallan, por desgracia, por su bien y por necesidad, y como la voluntad del pueblo es la ley o la fuerza que gobierna, debemos darle plena sanción a la necesidad que impone su mayoría. También diré, de paso, que no tenemos interés alguno en contrariar esta expresión de la fuerza: la voluntad pública. Yo tengo demasiadas atenciones en mi suelo nativo, que he descuidado largo tiempo por otros países de la América: ahora que veo que los males han llegado a su exceso, y que Venezuela es la víctima de mis propios sucesos, no quiero más merecer el vituperio de ingrato a mi primitiva patria. Tengo también en consideración la idea de conciliar la dicha de mis amigos en el Perú con mi gloria particular. Vds. serán sacrificados si se empeñan en sostenerme contra el conato nacional, y yo pasaré por un ambicioso y aun usurpador, si me esmero en servir a otros países fuera de Venezuela. Yo, pues, relevo a Vd. y a mis dignos amigos los ministros del compromiso de continuar en las miras que hablan formado algunos buenos espíritus. Yo aconsejo a Vds. que se abandonen al torrente de los sentimientos patrios, y que en lugar de dejarse sacrificar por la oposición, se pongan Vds. a su cabeza; y en lugar de planes americanos adopten Vds. designios puramente peruanos, digo más, designios exclusivos al bien del Perú. No concibo nada que llene ampliamente este pensa­miento. Mas es mi deber y conviene a mi gloria aconsejarlo. Crea Vd., mi querido general, que cuanto acabo de decir es sincero y espontáneo: ningún resentimiento, ningún objeto de despique me ha instigado a tomar esta deliberación; todavía infinitamente menos la más ligera sospecha de que Vd. haya sostenido el asunto de Guise. ¡Oh, no; jamás haré a Vd. tan odiosa y abominable injuria! Si no fuera Vd. digno de mi confianza no la habría obtenido ni un solo instante. Precisamente por recompensar tan hermosa consagración por parte de Vd., es que me he resuelto a deliberar de este modo. Yo no quiero, no, jamás, que mis amigos sean víctimas de su celo, o que caigan en la

detestable opinión de enemigos de su patria. Así, obre el consejo de gobierno libremente. Siga su conciencia sin trabas ni empeños; oiga la voluntad pública y sígala velozmente, y habrá llenado todos mis votos: ¡el bien del Perú!

Persuádase Vd. general de la íntima ingenuidad de mí corazón, y de la pureza con que profeso estos sentimientos verdaderamente hijos de mi conciencia, de mi cálculo y de mi gloria. Yo voy a hacer todo bien que pueda a Venezuela sin atender a más nada. Hagan Vds., otro tanto con el Perú. Ya que no puedo prestarles auxilios desde tan lejos, quiero a lo menos ofrecerles un buen consejo y un ejemplo laudable. Primero el suelo nativo que nada: él ha formado con sus elementos nuestro ser; nuestra vida no es otra cosa que la esencia de nuestro pobre país; allí se encuentran los testigos de nuestro nacimiento, los creadores de nuestra existencia y los que nos han dado alma por la educación; los sepulcros de nuestros padres yacen allí y nos reclaman seguridad y reposo; todo nos recuerda un deber, todo nos excita sentimientos tiernos y memorias deliciosas; allí fue el teatro de nuestra Inocencia, de nuestros primeros amores, de nuestras primeras sensaciones y de cuanto nos ha formado. ¿Qué títulos más sagrados al amor y a la consagración? Sí general, sirvamos la patria nativa, y después de este deber coloquemos los demás. Vd. y yo no tendremos que arrepentimos si así lo hacemos.

El coronel O’Leary ha vuelto de Bogotá después de haber visto al general Páez en Venezuela. Su comisión no ha tenido un efecto digno de ella, porque O’Leary no fue a llevar mi voluntad sino la de Santander, y en lugar de mediar se metió a conspirar. Esto no es bueno: mas yo me prometo un arreglo final que contente a todos.

Cuando el consejo de gobierno juzgue que las tropas colombianas le embarazan o le perjudican al Perú debe inmediatamente mandarlas para Colombia, procurando pagarles una parte o el todo de sus sueldos. Si no hubiere dinero también vendrán sin pagas, pues nosotros no hemos ido a buscar sino fraternidad y gloria.

Ruego a Vd., querido general, que después de meditar bien con los señores Pando y Larrea, sobre el contenido de esta carta y hayan Vds. adoptado una resolución, tendrá Vd. la bondad de comunicarle al general Sucre el origen, progresos y resultados de este asunto. Háblele Vd. como al hermano de Pichincha, quiero decir cordial y francamente. Vd. conoce las dificultades en que se halla envuelto el general Sucre, enclavado entre cuatro enemigos. La resolución de no reconocer a Bolivia debiera ser útil a Sucre si los hombres fueran sensatos y no locos, pues se conocería por esto el deseo de nivelar a Bolivía con la Plata y Chile, es decir, con la anarquía; pero ya verá Vd. el efecto que tiene esta pérfida amenaza, desde luego, los ambiciosos van a encontrar una peaña en que montar para gritar contra los libertadores, los ingratos insensatos creen que nuestro bien se hace con malicia y Por dominar: ellos verán sí su patria se convierte en el infierno de los hombres, que es la anarquía, como ha querido decir un poeta. En fin, Vd. dígale al general Sucre todos sus pensamientos y deseos a fin de que obre en consecuencia.

Tenga Vd. la bondad de presentar esta carta a los hombres más dignos del Perú, a los que por salvarlos diera mi vida: Pando y Larrea; y Vd. también, mi querido general, merece este sacrificio, y toda la amistad franca y leal de su mejor amigo que le ama de corazón.

BOLIVAR.

En O’Leary XXX, 271, está reproducida esta carta del borrador, el cual no contiene el párrafo referente al general O’Leary.

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