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DOCUMENTO 2026. —DE UNA COPIA DE LETRA DE URDANETA. O.C.B. CARTA DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR AL GENERAL EN JEFE RAFAEL URDANETA, FECHADA EN RIOBAMBA, 3 DE JUNIO DE 1829. LE COMUNICA QUE EL GENERAL PÁEZ Y EL COMANDANTE BELUCHE DEBEN REMONTAR LOS BUQUES HACIA RÍO JANEIRO Y LUEGO PASAR EL CABO.

Riobamba, 3 de junio de 1829.

A S. E. EL GENERAL EN JEFE RAFAEL URDANETA, ETC., ETC., ETC.

Mí querido general:

Hoy he recibido el correo que yo creía perdido, y en él ha venido una carta del general Páez en que me dice que los buques no podían salir en abril, y lo peor era que los marinos decían que no podían pasar el Cabo antes de octubre, por consiguiente, ordene Vd. a Páez y al comandante Beluche que inmediatamente que reciban las nuevas órde­nes de Vd. marchen al mar y traten de remontar los buques todos reunidos y se dirijan sobre Río Janeiro. En este tránsito no dejaran de gastar 50 o 60 días. En Río Janeiro se informarán de todo, todo, todo, sobre el modo de pasar el Cabo y la estación. Después saldrán de Río Janeiro a principios de octubre y no gastarán menos de 30 días para pasar el Cabo, de manera que a fines de noviembre o a principios de diciembre podrán estar en nuestras costas del Sur. No necesitamos más que de las dos fragatas, y si no es posible que vengan las dos, que venga una con una corbeta, o un bergantín, pero si pueden venir todos los cuatro es mejor, porque los peruanos tienen muchos y arman todos los días muchos buques.

Este retardo nos va a perjudicar infinitamente, tendremos que sufrir seis meses más de campaña en el maldito clima de Guayaquil, y cuando venga el invierno nos volveremos a encontrar en el mismo estado en que estamos ahora. Quiero decir, ¿que quién sabe si por este retardo de los buques nos vuelve a coger el invierno sin haber ocupado a Guayaquil? Es verdad que no lo sé, y lo que sé es bien triste. Los peruanos harán fuego constantemente contra nosotros y nosotros sin un cañón. Destruirán la ciudad, y tal vez nuestro ejército a fuerza de combates y por el mal clima. No hay reemplazo para el ejército, por­que estos paisanos huyen como liebres y no se coge uno, y cuando llegue la hora del combate serán todos como en Tarqui. Esto quiere decir que necesitamos de más tropa y que Vd. tiene que hacer más sacri­ficios por causa de la Tercera división, Santander, los negociadores de Girón y el general Illingworth. Todos ellos dirán que la culpa es mía, y puede ser que así sea.

Anoche ha venido Mosquera de donde Flores. El me ha traído la respuesta de este general, y además noticias de que viene el general La Mar con 1.800 hombres más. Flores es de opinión que debemos hacer toda la campaña sobre Guayaquil. En este punto ha insistido siempre. Me he determinado, pues, que vayan dos batallones y dos escuadrones más, fuera de otro destacamento que mandamos sobre el pueblo de Yaguachi. Yo mismo salgo de aquí mañana a ver qué pode­mos hacer sobre el tal Guayaquil. Mas la cuestión es de tal naturaleza, que por ningún aspecto presenta un buen resultado. No hay más que una esperanza, que es una revolución en el Perú. Sin embargo, Gual que ha salido de Guayaquil, escribe que no debemos esperar nada del Perú pino hacerle la guerra con mucho vigor. También es cierto que aunque nuestra posición en el Sur es bien desagradable, la del Perú es muy violenta y su gobierno está altamente despreciado. Nuestros departamentos del Sur sufren infinito, mas sus sacrificios les parecen necesarios. No así en el Perú pues allí parece la guerra un simple lujo de la ambición. Hay otra cosa desfavorable: los Jefes del Perú no valen nada y sus tropas menos; pero sus buques de guerra no los pue­den coger sino buques de guerra. Al fin hemos de intentar la locura de abordarlos con canoas.

Mande Vd. al Istmo que armen cuantos buquecitos puedan agarrar y nos los manden a la bahía de Manta que estará ocupada por nosotros en todo este mes; que nos manden cañones y proyectiles, que es lo que más falta nos hace y lo mismo el plomo. El general Montilla tiene que mandarnos, por medio de Sarda y haciendo cuantos sacrificios sean necesarios, municiones de artillería, armas y sobre todo buquecitos armados. Uno que ha salido del Istmo les ha hecho mucho daño y, por lo mismo, es menester repetir.

Carmona ha llegado ya con su columna a Pasto y la supongo ya en Ibarra, pero ha llegado sin bagajes y la caballería está sin sillas. Esto sucede siempre y lo peor es que el Cauca se arruina y a Pasto no ¡lega una bestia; otro tanto está sucediendo de la sierra a Guayaquil. De que resulta que de Neiva hasta estos países todo está arruinado gracias a los señores peruanos.

He recibido una carta del señor Vergara que no puedo contestar porque no parece, de resultas de que Martel la ha guardado, porque estamos de marcha al amanecer y ahora es tarde de la noche.

He pedido al general Córdoba las tropas que están en Popayán. Puede ser que no me las pueda mandar por falta de bagajes. Vd. reci­birá unas cartas que le manda Espinar, de Obando y de López, en las que dan seguridades con respecto a Pasto y a ese país, sin embargo, he dejado en el Ecuador dos batallones, dos escuadrones y dos cuadros de batallones que se están llenando. Todo esto con la mira de atender a Pasto.

Escriba Vd. a mis amigos. Diga Vd. mil cosas de mi parte a esos seño­res ministros y créame Vd. su afmo. amigo de corazón.

BOLÍVAR.

P. D. —Ni aun papel tenemos.

Dígale Vd. a O’Leary que he recibido sus cartas y que no creo que convenga que se venga para acá, porque por allá puede ser más útil en todo cuanto se ofrezca. A Ibarra que he recibido sus cartas, y que le doy las gracias por todo cuanto me dice.

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