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DOCUMENTO 3135 .CARTA DE BOLÍVAR PARA EL CORONEL JOSÉ LEANDRO PA­LACIOS, FECHADA EN ANGOSTURA EL 7 DE AGOSTO DE 1818, EN LA CUAL LE DA AMPLIA INFORMACIÓN SOBRE LAS OPERACIONES MILITA­RES DE VENEZUELA *

Angostura, 7 de agosto de 1818.

Al señor José Leandro Palacios.

Mi querido José Leandro:

Aunque hace mucho tiempo que no recibo cartas tuyas, no me olvido de tí para escribirte y participarte nuestros sucesos y situación.

Supongo que te interesas aún por la causa de la pa­tria, que celebras sus ventajas y promueves del modo posible la opinión a su favor; por eso te doy las noticias que pueden servirte para desmentir los cuentos de los españoles y de los criollos infames que se divierten en desacreditar a su país y en servir al rey de España. Afortunadamente sólo los picaros han abrazado este partido, haciéndonos así el servicio de purgar a la república de sus vicios.

Ya sabrás, por los boletines del Ejército Libertador, todos los acontecimientos de la última campaña que han sido muy va­rios, pero nos han dado por resultado final la posesión de to­dos los Llanos, la parte de Barinas que ocupaban los españoles, y sobre todo la ruina del ejército español, que ha quedado re­ducido a cero. Son demasiado importantes esos sucesos para que pudieran obtenerse sin algún sacrificio. Ocho a diez batallas que dimos de febrero a mayo nos costaron la mayor parte de nuestra infantería, pero nos valieron la destrucción de todas las tropas de caballería y casi toda la de infantería. Nuestra ca­ballería quedó íntegra, ocupando el país que hemos libertado; y la infantería se retiró a reformarse durante el invierno para poder obrar útilmente sobre la costa y montañas, a donde se han acantonado los enemigos. Esta es la más exacta relación que puede darse de esta campaña.

Compara los boletines nuestros con las exageradas gacetas de Caracas, y te convencerás más de la verdad. A principios de junio se ejecutó la reorganización de nuestros batallones, que son ya más fuertes que antes de abrir la campaña. Es in­decible el entusiasmo con que todos los hombres se presentan a alistarse.

El término pronto que ven a nuestra lucha, parece que les anima a hacer ese nuevo esfuerzo más voluntariamente que los otros. Tenemos dobles fuerzas de infantería que cuando marché sobre Calabozo. En Apure hay más de 1.000 infantes; el General Monagas tiene en Barcelona igual número; en esta provincia tengo más de 2.000. Marino me ha ofrecido otros tantos; sin contar con la división que Bermúdez ha llevado con­tra las costas de Güiria y que debe aumentarse hasta 1.500, por lo menos; a Zaraza se le han mandado quinientos fusiles para armar otros tantos infantes que tiene reunidos. La falta de ar­mas y municiones, que era la causa principal que nos había obligado a suspender las operaciones, no nos molestará más. Porque hemos recibido diez mil fusiles y esperamos igual núme­ro, que está contratado. Nada nos falta ya para empezar de nuevo las operaciones, y sólo aguardo a que cesen un poco las aguas del invierno, que ha sido muy riguroso este año.

Muy pronto estará el ejército grande en campaña; entre tan­to las divisiones que pueden obrar, lo están haciendo y con el mejor suceso.

Zaraza ha batido dos campos volantes que salie­ron de Orituco a buscar ganado al Llano. Páez ocupa los Lla­nos de Calabozo y toda la provincia de Barinas, donde no tie­nen los españoles un cuerpo que se les oponga. Barcelona está tranquila, y Monagas, que la posee, no tiene ningún enemigo que temer. Lo único que ocupan los españoles es la capital, que no ha sido tomada por nosotros, porque no lo creo conveniente todavía. El interior de Cumaná está en poder de Marino, que ha desistido de sus antiguas pretensiones, y es hoy uno de los más sumisos al gobierno. Bermúdez ha marchado sobre Güi-ria, y muy pronto será dueño de toda la costa, donde es ama­do generalmente.

En una palabra, nuestra situación es la más ventajosa. El enemigo destruido, como está, no puede emprender nada con­tra nosotros y debe ser atacado en todas sus posiciones. ¡Qué vergüenza que, en tales circunstancias, los emigrados que ha­bían resistido por cuatro años a todas las miserias, abandonen la causa de su país! ¿Será posible que prefieran ir a servir al enemigo cuando su patria los necesita? Si sólo se hubieran ido los malos como Mérida [1] no lo sentiría; pero sí me compadece la suerte de tantos infelices que, por debilidad, han ido a com­prometerse. Es preciso que hagas esfuerzos, porque no siga es­ta escandalosa e ignominiosa deserción, y por que vengan todos a Margarita, o a esta capital, conducidos por tí, que debes dar­les el ejemplo y ponerte a la cabeza de la expedición que se forme.

¿Qué es lo que temen? Créeme que no hay otro peligro que el que podamos nosotros causarnos; y aun éste es ficticio e ideal.

Adiós, querido Leandro, manda a tu afectísimo amigo que te ama.

BOLÍVAR

* De una copia manuscrita de comienzos del presente siglo. Archivo del Libertador, vol. 45, fols. 13-17. Escrito de letra de amanuense no identificado. La Comisión no ha visto el original. La copia carece de la información atinente a la fuente. Sobre el des­tinatario puede verse la nota principal del documento n° 79 en el vol. II de la presente colección.

Notas

[1] Rafael Diego Mérida.

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