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DOCUMENTO 10626. CARTA DEL LIBERTADOR PARA EL GENERAL FRANCISCO DE PAULA SANTANDER, FECHADA EN EL CUZCO EL 10 DE JULIO DE 1825, DONDE LE COMENTA SOBRE VARIOS ASPECTOS: LAS CONDICIONES PUESTAS POR INGLATERRA PARA EL RECONOCIMIENTO DE LA INDEPENDENCIA DE COLOMBIA Y LA NECESIDAD DE UN ACERCAMIENTO CON ESTA POTENCIA. LE COMENTA ADEMÁS QUE HA RECIBIDO INFORMACIÓN ACERCA DE LA MALA SITUACIÓN DE VENEZUELA; LE INFORMA QUE EL 26 DE JULIO DEL AÑO EN CURSO, SE IRÁ PARA EL ALTO PERÚ CON LA INTENCIÓN DE ARREGLAR AQUELLOS NEGOCIOS, Y QUE DE VUELTA A LIMA RENUNCIARÁ AL MANDO POLÍTICO. LE RUEGA QUE PRESTE AYUDA AL CORONEL DIEGO IBARRA EN VISTA DE LA PRECARIA SITUACIÓN EN LA QUE SE ENCUENTRA; Y FINALMENTE, LE ADVIERTE SOBRE EL REGRESO DE SU TÍO ESTEBAN PALACIOS A CARACAS Y LE PIDE QUE LO OCUPE EN ALGÚN CARGO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA.*

Cuzco, 10 de julio de 1825.

General Francisco de Paula Santander.

Mí querido general:

He recibido ayer la apreciable carta de Ud. de 6 de abril en que me habla de diferentes cosas de no poca importancia. Lo que más llama la atención es la misión inglesa, de la cual me dice Briceño que exigen para reconocernos que sacrifiquemos algunos de nuestros principios políticos. El negocio es gravísimo. Yo no sé como saldrán Uds. de él. Si sacrificamos nuestros principios políticos, adiós popularidad de los que hagan el sacrificio; y si no los sacrificamos, la Inglaterra nos disuelve como el humo, pues yo repito que su omnipotencia es absoluta y soberana. La prueba de esto que una pequeña escuadrilla francesa nos está bloqueando, insultando impunemente. ¡Qué poder! ¡Qué resistencia la nuestra! Saquemos partido de esta vejación y liguémonos de alma y cuerpo a los ingleses para conservar siquiera las formas y las ventajas de un gobierno legal y civil, pues el de la Santa Alianza no es sino un gobierno conquistador y militar. Para que Ud. vea la prueba evidente de que no podemos existir aislados ni reunidos en federación sino con el beneplácito de la Inglaterra, vea Ud. la caída del grande imperio de Napoleón causada por los ingleses; vea Ud. a la Rusia queriéndose echar sobre la Turquía y a la Francia sobre nosotros, y sin intentar hacerlo por respeto a la Inglaterra. La Santa Alianza toda tiembla delante de la Gran Bretaña; y ¿Cómo hemos de existir nosotros si no nos ligamos a ellos? Este es el imperio romano a fines de la República y a principios del Imperio. La Inglaterra se halla en una progresión ascen­diente, desgraciado del que se le oponga: aun es desgraciado el que no sea su aliado o no ligue su suerte a ella. Toda la América junta no vale a una armada británica; toda la Santa Alianza no puede contrarrestar a la fuerza compuesta de sus principios liberales con sus inmensos tesoros; medios empleados por una política sagaz e invisible, que todo lo que intenta logra. Acuérdese Ud. de Aníbal, de Mitrídates, de los galos, de los partos y del mundo entero oponiéndose a Roma y el mundo entero sucumbió a la política del Senado Romano, mientras existió el Senado. El Senado Británico existe en su mayor vigor, es decir su aristocracia que es de un carácter inmortal, indestructible, tenaz y duro como la platina. Vea Ud. lo que dice De Pradt de la aristocracia en general, pues la británica esta multiplicada por mil, pues se halla compuesta de cuantos elementos dominan y rigen el mundo: valor, riqueza, ciencia y virtudes. Estas son las cuatro potencias del alma del mundo corporal; estas son las reinas del universo, y a ellas debemos o ligarnos o perecer. Por mi parte, profeso esta doctrina alta y entrañablemente. Así lo diré a los ministros del Perú, para que sepan lo que les conviene.

Yo no dudo de que la mayor parte de la Nueva Granada y del Sur darán a Ud. su voto para vicepresidente.

En cuanto a lo que Ud. me dice de haber militar, no puedo negar que Ud. tiene razón en el fondo; pero mi antiguo orgullo y mi delicadeza se me oponen de un modo invencible. Sin embargo, no teniendo yo dinero y debiendo pagarle a Ibarra su haber de cinco mil pesos, que le tomé en Angostura de una casa que tomó para que se vendiese por unos mil pesos que se pagaron por el viaje de mi hermana a Guayana, ahora debo pagárselos para que pueda trasladarse con su familia a donde pueda. Tenga Ud. la bondad mandárselos pagar por mi cuenta en el tesoro público. Le estaré Ud. de eso muy agradecido. El pobre Ibarra ha servido mucho: ha quedado medio loco, está casado y tiene hijos ajenos. Por consiguiente quiero que Ud. lo coloque bien y del modo que sea de su gusto. La capitanía del puerto de Guayaquil es un excelente destino que el que lo tiene quiere renunciarlo por ganar al comercio más; da cinco o seis mil pesos al año y puede ser perfectamente bien desarrollado por Ibarra con un regular ayudante de ma­rina, que siempre tiene a sus órdenes. Déle Ud. este destino a Ibarra pues debe renunciarlo ahora mismo Luzarraga. Si no quiere este destino hágalo Ud. gobernador de una de las provincias del Sur, que él conoce muy bien, y que lo quieren infinito por su buen carácter y servicios. Yo le aconsejo que venga al Sur porque es lo mejor y más tranquilo de Colombia.

Todo el mundo me escribe de Venezuela que aquello está muy malo, que me vaya para allá llevando tropas. Por consiguiente, yo me iré para allá con 6.000 hombres de los de este excelente ejército. Si no, no voy ni a Bogotá tampoco, que más miedo le tengo a Colombia que a la misma España. Por consiguiente, he dado órdenes para que pasen al Istmo 4.000 hombres del modo siguiente. A principios de septiembre saldrán de Arica a las órdenes de Sandes 1.600 hombres. 2° El batallón Vargas saldrá a principios de octubre con 1.400 plazas del puerto de Quilca también para el Istmo. El batallón de Araure se embarcará en el Callao a principios de diciembre con 1.200 hombres con igual dirección. Todas estas tropas for­marán una división de 4.000 hombres a las órdenes de Sandes; y después en enero o febrero seguirá el general Lara con los batallones Rifles, Vence­dor y el Regimiento de Húsares, llevando en todo 2.500 a 3.000 hombres. La división de Sandes deseo ardientemente que pase a Caracas y Valencia. La de Lara puede ir a Cartagena y él puede ser un excelente intendente de aquel departamento: no se perderá en sus manos, yo lo juro. La tropa lo idolatra y es el más hombre de bien que tiene el mundo; además el hombre más amigo de Padilla. Montilla puede servir en mil otras cosas. Pero na­die puede impedir a la revolución de Cartagena que idolatre su jefe como sucede con los soldados de Lara, pues los cuida como si fueran sus hijos. En cuanto a Venezuela puede ir a mandarla el Gran Mariscal de Ayacucho, que es todo un hombre, y todo de azúcar, según su nombre francés. Si este país quiere una división colombiana la de Córdova quedará. El general Salom puede mandar o el departamento de Harinas o el de Maracaibo. En caso de apuro acuérdese Ud. del manco Carreño que es muy amado donde quiera. Las tropas que están en Venezuela y Cartagena pueden ir a una expedición marítima o reducirse a cuadros. Santa María me escribe desde México convidándome a una expedición a La Habana, que México dará 6.000 hombres y buques si quiero. El año que viene trataremos de esto, sin olvidar lo que he dicho antes sobre esta expedición.

El 26 de este mes me iré al Alto Perú a arreglar aquellos negocios y después que organice el país me volveré a Lima a entregarle al Congreso su mando. Y en el mes de marzo me iré al Congreso de la Federación, en el Istmo, a ver que hace y como está. Después me iré a Bogotá a ver cómo está eso, y después me iré a Venezuela, por supuesto, con muchas fuerzas y muchas facultades. El Sur queda perfectamente asegurado con la división de Córdova sea en Lima o en los departamentos suranos. La presidencia no la ejerceré jamás en Bogotá, aun cuando me la den. Mi objeto por ahora no es más que poner en orden a Venezuela, dar mis ideas generales a mis amigos y descansar un poco en cualquier parte, porque ya no puedo con mi cuerpo. Cada día me siento más viejo, más débil y por todo me descompongo.

Adiós, mi querido general, Ud. verá que esta carta no deja de tener algún interés, medítela Ud. bien.

Ha llegado un tío mío carnal a Caracas, que fue mi padrino, hombre muy estimable y muy honrado; conoce en negocios de rentas, estuvo empleado en la tesorería de Madrid y en el Consejo de Hacienda más de veinticinco o treinta años ha. Ha corrido cortes y ha estado en las cortes de España, siempre de suplente por Venezuela, tiene mucho juicio y ha leído algo; es un hombre en todo muy parecido a Peñalver, pero con infinitamen­ te más mundo, pues ha pasado en Europa cuarenta años. Vea Ud. en que lo puede Ud. emplear, pues ha perdido todo con la ruina de su fortuna. Si Ud. quiere tener la bondad, puede consultarle el destino que quiera, además le ruego a Ud. le mande pagar de mi cuenta en el tesoro público de Caracas cinco mil pesos para que pueda trasladarse donde lo destinen. Adjunto a Ud. unas cartas de algunos recomendados por mí. Torres es un excelente hombre; y el Martínez Pérez ha sido patriota.

Incluyo a Ud., mi querido general, dos oficios para el ministro de Hacienda escritos con aquella ingenuidad que yo acostumbro y para excusarme a mí mismo si es posible. Ruego a Ud. que mande a pagar a Ibarra los cinco mil pesos y a mí tío otros tantos. Pero que no salgan de la secre­taría mis oficios, porque no quiero que nadie vea en las oficinas del tesoro. Recomiendo a mí tío oficialmente, para que tenga Ud. un pretexto con que hacerlo.

Soy de Ud. de corazón.

[BOLÍVAR]

* De un impreso moderno: Simón Bolívar, Obras Completas, tomo 11, pp. 167-170. El compilador dice que ha tomado el texto de esta carta "Del original", pero omite la información acerca de su ubicación.

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