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DOCUMENTO 10249 CARTA DE SIMÓN BOLÍVAR PARA EL GENERAL FRANCISCO DE PAULA SANTANDER, FECHADA EN OCOÑA EL 8 DE MAYO DE 1825, EN LA CUAL EXPRESA SU DESACUERDO CON LA IDEA DE SU POSTULACIÓN PARA UN NUEVO PERIODO PRESIDENCIAL; HACE SUS REFLEXIONES ACERCA DE ALGUNOS CIUDADANOS DE VENEZUELA, Y SE PRONUNCIA CONTRA LA ORDEN DEL MINISTERIO DE HACIENDA DE BOGOTÁ RELACIONADA CON EL PAGO DE SUELDOS VENCIDOS DEL LIBERTADOR, PORQUE, SEGÚN ÉL, VIVE DE SUS AHORROS Y NO NECESITA SUELDOS. *

Ocoña, 8 de mayo de 1825.

A S.E. El General Francisco de Paula Santander.

Mí Querido General:

Ayer tuve el gusto de recibir una carta de Ud., con un correo de Bogotá, mandándome la gaceta en que el Congreso responde a mi última renuncia de la presidencia. No puedo dejar de confesar que la respuesta del Congreso es muy lisonjera para mí; pero, al mismo tiempo, me encadena de un modo muy desagradable a la marcha de ese gobierno que tiene a Ud. fastidiado con las intrigas e ingratitudes de los señores venezolanos, que, a la verdad, son como Ud. dice, locos e ingratos en sus pretensiones de separarse de la unión, pues a ellos solos es a quien conviene; y si en algo conviene a la Nueva Granada es en evitar el peligro del incendio de Venezuela, que necesariamente va arder el día después que se haga independiente. Juro a Ud. con la mayor sinceridad que más miedo le tengo a mi querida patria que a toda la América entera. Soy capaz de encargarme con más facilidad de la dirección de todo el Nuevo Mundo, más bien que de Venezuela. Los porteños y los caraqueños que se encuentran en los extremos de la América Meridional son, por desgracia, los más turbulentos y sediciosos de cuantos hombres tiene la América entera. Solamente el congreso americano puede contenerlos. Por lo mismo estoy desesperado porque se forme, a fin de que la gran masa contenga esos extremos tan diabólicos. Por fortuna, creo que en todo el mes que viene pueden estar reunidos en el Istmo los diputados de México, el Perú y Colombia.

Ayer he recibido una carta de México del 2 de febrero en que un señor Bustamante [1]], amigo íntimo, según parece, del general Victoria [2]], me escribe que dicho general no solamente ansiaba por la federación, sino que estaba pronto a que se me nombrase el Generalísimo de la Unión Americana. Esto se conforma con la memoria publicada por el ministro de Estado de México, la cual habla con mucho elogio del proyecto de la federación, y de la parte de nuestro gobierno en este plan. Ya se sabía en México la victoria de Ayacucho, y se hallaban temiendo de parte de la Europa alguna nueva reacción por causa de nuestras últimas victorias. Todo esto nos da ahora la facilidad de reunir con suceso el congreso. Sobre esto repetiré nuevamente que la federación con Buenos Aires y los Estados Unidos me parece muy peligrosa; porque se van a cruzar nuestros intereses con la Gran Bretaña y los tronos del continente a causa del Brasil. Ya he dicho a Ud. que he indicado a Quito para la residencia del congreso; porque el Istmo es mortífero. Los diputados del Perú estarán en el Istmo para cuando Ud. reciba esta carta.

He recibido una orden del ministro de hacienda sobre sueldos devengados desde mi salida de Guayaquil. Felizmente no tengo sueldos ningunos devengados; porque yo he tomado en Guayaquil los sueldos que me correspondían hasta que me hicieron dictador. Desde entonces acá vivo de mis ahorros y de algunas mesadas que tomo del tesoro del Perú. Además, como no tengo que irme del país tan pronto, no necesito de dinero para nada. Cuando me vaya a Europa encontraré en el Banco de Londres los arrendamientos de una mina de cobre que tengo en Venezuela, arrendada últimamente por los ingleses por doce mil pesos al año. La Providencia, que vela sobre mi honor, me ha dado este recurso para no verme obligado a recibir de ningún gobierno dinero con que vivir en mi vejez. De todos modos doy a Ud. las gracias por la orden del ministerio.

Mucho tiempo ha que he pensado en que si el gobierno se ve apurado por las facciones de Venezuela, nombre a Páez de intendente de dicho departamento, conservando siempre el mando militar que tiene. En este caso podía Ud. mandarle un amigo a Páez con instrucciones verbales para que obrase con todo rigor contra esos malvados, que, por una estúpida ambición, nos van a sepultar en una guerra de colores, o más bien, van a destruir nuestra miserable especie. Podía decírsele a Páez que yo lo protegeré con todo el poder que esté a mis alcances; y que el gobierno y el congreso harían sus esfuerzos por mantenerlo en un mando tan importante. Por supuesto, que era indispensable remitirle un excelente y hábil asesor, consejero o secretario, y un jefe de estado mayor admirable. También indicarle las personas que debía consultar en los casos arduos: el general Briceño podría ir en comisión cerca de él, con licencia temporal o con otro objeto; el general Montilla podría ser uno de los consejeros; Peñalver otro; White otro; Mendoza otro; y algunos otros de carácter y capacidad. Ud. debe saber mejor que yo quienes son los que mejor se conducen.

En fin, todo esto no es más que hablar al aire, pues yo no sé el estado de las cosas por allá. Más si no me engaño, creo que a esa canalla no se le puede contener sino con el rigor más inexorable. Esa buena gente quiere destruir la obra de nuestros bravos: secar el árbol de la libertad y quemar hasta sus raíces.

He visto con mucho gusto las gacetas en que están los papeles relativos a mí y a los héroes de Ayacucho. El último soldado español del Alto Perú ha rendido sus armas a nosotros. Olañeta ha muerto de sus heridas y todas sus tropas se han pasado o entregado prisioneras.

Las cartas de Ud. son más pequeñas que las mías: no sé por qué será. Dele Ud. las gracias de mi parte a los señores del Congreso por la ley de recompensas al ejército y a mí. La idea del triunfo es muy bella, aunque nunca lo he merecido menos. Deseo recibirlo; pero temo más aun volver a Colombia porque su gobierno me hace temblar.

He visto en una gaceta de Caracas en que me proponen para candidato; y respondo que no aceptaré jamás tal presidencia, pues con esta llevo dos, y el mismo Washington no pudo aceptar noblemente la tercera; y como yo no me creo menos liberal que Washington, no aceptaré, por cierto, la tercera reelección. Desde el año 13 al 27 son catorce años de mando: me parece que catorce o quince años es lo más que un demócrata puede mandar su patria. Esto mismo pienso decirle al senado en respuesta; y yo ruego a Ud. diez millones de veces el que haga un hermoso discurso y lo haga poner en un diario particular, diciendo que yo no quiero ser tercera vez reelegido, y que yo fundo mi orgullo en ser más liberal que Washington que no admitió la tercera presidencia, por lo cual ningún presidente de los Estados Unidos ha sido reelegido más que una vez. Si esos señores me reeligen, se llevarán el chasco de perder su elección. No debo, no puedo ni quiero más gobierno; y el que menos quiero es el de Colombia a causa de mis queridos compatriotas de Venezuela. Si la Nueva Granada estuviera aislada de Venezuela, llenaría un deber y un placer en servirla, en todo y por todo; pero no quiero nada con esos abominables soldados de Boves; con esos infames aduladores de Morillo; con esos esclavos de Morales y de Calzada. A esos obedecían y querían esos fieros republicanos que hemos libertado contra su voluntad, contra sus armas, contra su lengua y contra su pluma, para no querer obedecer a nuestras leyes y a la severidad de nuestros principios. No, mi querido general, no seré más presidente de Colombia, ni de otra parte. Veré reunido el congreso del Istmo y ojala me muera para que no me obliguen a más.

Soy de Ud. de corazón.

[BOLÍVAR]

P.D.: Estoy de marcha y no puedo responder ahora al Congreso que estará en receso. De Arequipa lo haré.

*De un impreso moderno: Simón Bolívar, Obras completas, tomo II, pp. 126-128; el compilador informa que tomó "del original" el texto de la citada carta. También se halla este documento en: Cartas de Santander, tomo II, pp. 507-510

Notas

[1] [Anastasio Bustamante. General, político y médico mexicano (1780-1853).

[2] [Se trata del general Manuel Félix Fernández Victoria (alias Guadalupe). Político mexicano (1786-18439); presidente de la República entre 1824 y 1829.

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